La Comunicación Corporal En Las Elaboraciones Identitarias-subjetivas

Como bien lo menciona Feixa (1993), la mayoría de los estudios que han abordado a las culturas juveniles en México, en tanto conforman expresiones y estilos de vida diversos que conviven al interior de una misma generación de jóvenes, han enfatizado en aquellos aspectos espectaculares observados fácilmente por el conjunto social. Por otra parte, a finales del siglo anterior también identificamos entre los diversos grupos juveniles a los cholos, quienes han empleado como símbolos identitarios los murales, los placazos, los low riders,4 los graffitis5 y el tatuaje; en relación con la música son seguidores del hip hop y el rap, tienen un estilo particular de vestir (caracterizado por su ropa holgada) y de uso del lenguaje tanto verbal como gestual y con un determinado código de valores, manifestándose en el respeto hacia la familia, sobre todo a la figura materna, seguimiento del catolicismo como religión, el machismo y el uso de la violencia como mecanismos de resolución de conflictos grupales (Valenzuela, 1998, 2007; Gama, 2002). Sin embargo, ante un escenario de constantes cambios, los grupos y culturas juveniles no deben reducirse a los chavos banda, los rockeros y los cholos, debido a que se estarían generalizando distintas particularidades.

Es un fenómeno que inicia hacia 1960 y que se mantiene vivo. En materia de temas estadísticos y demográficos, instancias como el INEGI (2005) y el IMJ (2000, 2007) han analizado el acceso que tienen los jóvenes a las instituciones de salud, así como los principales padecimientos de los que son objeto. Como plantea Bryan Turner, la manera como representamos el cuerpo en la vida cotidiana es central en nuestra identidad, así se entendería la sociología de Erving Goffman, «no como el estudio de la representación del yo en los agrupamientos sociales, sino como la actuación del yo a través del instrumento del cuerpo socialmente interpretado» (1989: 68). Goffman toma del interaccionismo simbólico, en especial de George Herbert Mead, el «yo mismo» (self) como instancia en la que el individuo cobra conciencia, situándose en diversos puntos de vista de los miembros de su grupo. Mientras que a través de los estudios de género10 se abrieron diferentes espacios a un considerable número de diseños de investigación, sobre todo en lo relativo a la sexualidad y la salud reproductiva (embarazo adolescente, maternidad, derechos reproductivos, uso de anticonceptivos, enfermedades de transmisión sexual, incluyendo el VIH/ sida, entre otros) (Gayet, et al., 2007; Pérez y Morales, 1996; Stern y García, 1999). Pero también se observan trabajos que abordan el tema de la masculinidad (Montesinos, 2002; Vendrell, 2002). Asimismo, se ha puesto mucho énfasis en el estudio de las situaciones problemáticas relacionadas con la desigualdad, marginalidad y violencia que viven las mujeres jóvenes (Ramos, 2002; Riquer y Tepichin, 2001; Silveira, 2001). En suma, los estudios de género han sido de vital importancia para conocer la problemática juvenil de la mujer y han tenido como propósito que cuando se hable de juventud, las mujeres jóvenes no continúen siendo consideradas en términos secundarios.

Este tipo de manejo ideológico provocó la exclusión de un importante número de jóvenes de la sociedad, lo cual ha sido uno de los factores para que los jóvenes se vinculen con el crimen organizado (Salazar, 1998), especialmente con los cárteles mexicanos de la droga (La Jornada, 12 de enero de 2010).11 Razón por la cual es necesario repensar desde el imaginario social los espacios de inserción que como sociedad estamos generando para nuestros jóvenes. Anteriormente, el modelo estaba centrado en la verbalidad, camiseta atletico de madrid 2022 desatendiendo la comunicación corporal y el papel del emisor como actor–espectador dentro del sistema. Así, la moda y la ropa son ideales en este sentido, porque permiten esta comunicación directa, rápida y fluidamente, sin grandes ritualidades ni filtros comunicativos. Estos grupos evidencian la existencia de una gran diversidad juvenil en el país, la cual se determina desde el espacio temporal, donde el estilo y la imagen son elementos muy importantes para la comunicación de ciertos ideales que identifican a distintos grupos de jóvenes. Los bailes de ascendente afro han sido prohibidos debido a su interpelación con el cuerpo, a la «inherente» invitación al pecado, a la lujuria, al desenfreno, al sexo y sólo han sido aceptados por la sociedad en general cuando los músicos «blancos» han «limpiado» la música de los elementos que apelan con mayor fuerza a la corporeidad.13 Históricamente, los bailes de los grupos sometidos o esclavizados eran estrictamente prohibidos por considerarse (con justa razón) subversivos, rebeldes y en contravía a los poderes del dominador.

En este orden de ideas, Guillén (1985) observó a la juventud como producto de las relaciones de poder, mencionando que la diferencia de edades, o más bien la jerarquización de la sociedad por edades da lugar al establecimiento de relaciones de dominación entre generaciones, donde la preocupación central de los adultos sobre los jóvenes gira en relación con la formación y el control que se pueda ejercer sobre los mismos. 19 Para Pedraza, las estesias son elaboraciones sensibles de las percepciones corporales y establecen su surgimiento y proliferación a partir del siglo XIX como elemento central en el proceso de subjetivización moderno.

Para entender el surgimiento de las diferentes agregaciones y culturas juveniles en nuestro país, es necesario remontarnos a la década de los ochenta del siglo anterior, la cual estuvo fuertemente marcada por la crisis económica, política y social a nivel nacional, manifestándose con múltiples efectos en todos los ámbitos de la vida. Ligado a la educación y al empleo juvenil, la migración se ha constituido como otra temática de estudio que en años recientes ha ganado presencia en el campo de investigación de los juvenólogos.9 Dicho fenómeno constituye una de las consecuencias de la explosión demográfica y la crisis económica por la que atraviesa el país.